Dipakadi

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"Ser catequista es.... Ser un instrumento para que Dios te hable por medio de su palabra en la Sagrada Escritura"

viernes, 7 de diciembre de 2012

Homilía de Mons. Christophe Pierre, Nuncio Apostólico en México, Encuentro Nacional de Catequistas.
Queridas hermanas y hermanos.

Jesús, dirigiéndose a “los que me escuchan”, esto es, a la multitud de pobres y enfermos que lo seguían (cf. Lc 6,17-19), los exhortaba diciéndoles: "¡Traten a los demás como quieren que los traten a ustedes!” (Lc 6,31). "¡Sean compasivos como su Padre celestial es com
pasivo!" (Lc 6,36). Dos frases con las que Jesús descubre a los oyentes su voluntad y cuál, en realidad, es la fundamental vocación de todo ser humano: el amor. Por ello y para ello ha sido creado; el amor es su meta final.



Jesús, de suyo añade nuevas palabras que suenan difíciles y exigentes: amar a los enemigos, no maldecir, ofrecer la otra mejilla a quien te hiera en una, no reclamar cuando alguien toma lo que es tuyo. Palabras que tienen un cierto tono exagerado, el tono de aquella radicalidad que Jesús exige siempre, particularmente a quienes deciden seguirlo.

Son palabras, así, que van a lo esencial: la necesidad de cambiar, porque la raíz del mal está en la persona misma. Es cierto que las estructuras pueden condicionarnos y hasta podrían sofocarnos; pero también es cierto que ninguna estructura, por muy beneficiosa que parezca, es capaz de establecer una sociedad verdaderamente fraterna, ni edificar una real “civilización”, si las personas no se abren al amor y se dejan transformar total y radicalmente por él.

Pero, ¿cómo es posible amar a todos? ¿Qué podemos hacer nosotros ante estas palabras de Jesús? ¿Suprimirlas del evangelio? ¿Borrarlas del fondo de nuestra conciencia? ¿Dejarlas para tiempos mejores?

Ciertamente no. Porque las palabras de Jesús se dirigen precisamente a nosotros, que no solamente somos personas humanas, ni sólo cristianos, sino que somos, además, catequistas: discípulos y misioneros, a quienes pide escuchar y acoger su palabra y asumir una actitud profundamente original y radicalmente diversa a la que adoptan aquellos que Jesús llama "los pecadores". Esos "pecadores" que, al parecer, no ignoran lo que significa el amor por interés, pues saben "amar a los que les aman", y "hacen bien a los que se lo hacen a ellos".

Cierto, si deseo que me traten con respeto, debo tratar con respeto; si quiero ser amado, debo amar; si quiero ser comprendido y perdonado, debo aprender a comprender y perdonar. Pero, esta máxima, muy práctica y de gran actualidad, supone una profunda renuncia de sí mismo. Supone que el "yo egoísta" no sea el centro de la personalidad y de los propios intereses, sino el "tú".

Comentando la parte del Evangelio proclamado en nuestra Liturgia de hoy, J. A. Pagola se preguntaba sobre el por qué a tantos hombres les falta la alegría de vivir. Y respondía: «Quizás la existencia de muchos cambiaría y adquiriría otro color y otra vida, sencillamente si aprendieran a amar gratis a alguien. Lo quiera o no, el hombre está llamado a amar desinteresadamente. Y si no lo hace, en su vida se abre un vacío que nada ni nadie puede llenar». Porque existe el peligro de encerrarse en una campana de cristal: no me meto con nadie, ni hago daño a nadie, encerrado en mi vida y en mi trabajo, pero sin amar a nadie de forma verdaderamente gratuita. Todo ello en una sociedad en que se pregunta siempre para qué sirve todo, para qué es útil. «Pero el amor, la amistad, la acogida, la solidaridad, la cercanía, la intimidad, la lucha por el débil, la esperanza, la alegría interior..., no se obtienen con dinero. Son algo gratuito, que se ofrece sin esperar nada a cambio, si no es el crecimiento y la vida del otro».

En efecto, cuando Jesús habla de amar a todos, aún al enemigo, no está simplemente afirmando que hay que nutrir un cierto sentimiento de afecto y cariño hacia el otro, ni tampoco se refiere a la entrega apasionada que muchos confunden con el amor. Lo que Jesús pide, es una apertura radicalmente humana, de interés positivo por la persona, aún del enemigo. Este es el pensamiento de Jesús. Quien es humano hasta el final, descubre y respeta la dignidad humana, también del enemigo por muy desfigurada que se pueda presentar, y no asume ante él una postura excluyente, sino una actitud positiva de interés por su bien.

El Beato Juan Pablo II, en la canonización de Sor Faustina Kowalska (30 de abril de 2000), decía: "No es fácil, en efecto, amar con un amor profundo, hecho de un auténtico don de sí mismo. Este amor se aprende en la escuela de Dios, al calor de su caridad divina. Fijando la mirada sobre Él, sintonizando con su corazón de Padre, nos hacemos capaces de mirar a los hermanos con ojos nuevos, en una actitud de haber recibido todo gratuitamente y para compartirlo con los hermanos, una actitud de generosidad y de perdón". ¡Todo esto es misericordia!

Y es precisamente este amor de misericordia y universal, que alcanza a todos y busca realmente el bien de todos sin exclusiones, la aportación más fundamental, positiva y humana que el catequista debe aprender a vivir y enseñar a vivir a sus pupilos, consciente de que su servicio no es sólo de enseñanza, sino también y ante todo, de testimonio de la fe cristiana que enseña.

Si todos los hombres estamos llamados a vivir en el amor y a dar amor, con cuánta mayor razón lo estamos los discípulos misioneros de Jesús, quienes, precisamente por ser sus discípulos, debemos saber amar a la manera de Cristo y, entonces, incluso a los que no nos aman, hacer el bien a quienes no nos lo hacen, prestar sin esperar algo a cambio. Amar así, sabiendo que así amando, seremos "hijos del Altísimo", y seguiremos las huellas de Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos.

Queridas hermanas y hermanos. A quien tiene la experiencia de estar abrazado por el amor incondicional de Dios, ¿no le nace acaso en el corazón un amor que le lleva a amar a todos, también al que parece ser su enemigo? Una experiencia que sin duda constata el verdadero catequista llamado, en realidad, a compartir el amor de Jesús experimentado en forma personal, y su Palabra querida y gustada en comunión con toda la Iglesia. Como afirma el Apóstol San Juan que escribe: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida es lo que les anunciamos” (1Jn 1,1).

“Oído, visto, contemplado, tocado”. Ese es el catequista: es aquel que tiene memoria y experiencia de un encuentro con Cristo. De otra manera no sería un catequista. El catequista es quien ha visto y oído a Jesús y que, por ello, puede y debe ser su testigo: porque ha comprendido lo que significa ser su discípulo y vive como tal.

Queridas amigas y amigos. Ustedes son catequistas de nuestro tiempo, sacudidos también por los aires que a veces creen que la fe está de más, que es cosa de antes. Son tiempos que estamos viviendo en carne propia y lo vemos reflejados en nuestras comunidades, que también hacen preguntas que es necesario responder. Y la única manera de hacerlo es afianzando su pertenencia a la Iglesia, a su comunidad, a esa Iglesia que celebra, que se compromete, que se alimenta de la Palabra de Dios y que ora incesantemente. En la Iglesia, con la Iglesia y como Iglesia, en donde es posible acrecentar el entusiasmo, no obstante la dificultad de la tarea en un mundo difícil, pero al que hay que amar y evangelizar.

Dios, que los pensó, los amó y los creo, ha también pronunciado sus nombres y los llamó a ser catequistas. Todo ha sido iniciativa de Dios. En el ministerio del catequista hay una vocación, alguien que llama, alguien que está involucrado en eso.

Ábranse, pues, día a día al don de la fe, alimentándose de la Palabra y de los Sacramentos y sean siempre hombres y mujeres de oración que, ante todo, piden al Señor les conceda ser buenos cristianos, buenos y fieles discípulos de Jesús, para, en consecuencia, ser también buenos catequistas, buenos misioneros y misioneras que con fidelidad hablan de Cristo y anuncian la Buena Nueva a sus hermanos.

Queridas hermanas y hermanos. Cuando María Santísima recibió del Arcángel el anuncio de su elección para ser la Madre del Salvador y asintió con su “Fiat” a la Voluntad de Dios, Ella, presurosa, se puso en camino hacia el poblado donde vivía su pariente Isabel. Ahí, la presencia de María llevó a Isabel la gracia, porque en su seno se encontraba ya el Hijo de Dios y, al mismo tiempo, llevó una bendición que provocó dinámico gozo a la vida nueva que crecía en el vientre de Isabel. Los corazones de María y de Isabel se alegraron porque Dios las había mirado y su mirada había sido fecunda; una alegría que hace que Isabel exclame: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. “Dichosa tú, que has creído”. ¡Sí! Ahí está la grandeza de la Virgen María que Isabel supo reconocer: María es la mujer que, desde la fe profunda y firme, supo abrirse sin reserva a los designios de Dios, permitiendo así que el proyecto de salvación de Dios se llevara a cabo.

También ahí está y estará la grandeza del Catequista: ¡su fe! Una fe que conserva como el mayor tesoro y que, haciéndolo fructificar, lo comparte en el amor a todos sin excepción. Un amor, fruto del amor a Cristo Jesús resucitado, motivo y objeto de todos los afanes de quien lo anuncia y lleva a los demás.

Que este Año de la Fe convocado por el Santo Padre sea para todos y cada uno de ustedes oportunidad y momento de gracia para renovar su entusiasmo, responsabilidad y disponibilidad en la tarea que el Señor, por, en y con la Iglesia les ha encomendado: dar a conocer y anunciar con convicción a Jesucristo, y dar, con alegría, testimonio de que Él es el Señor, el Salvador del mundo.

Que Él, junto al Padre, les colme de sus bendiciones y les conceda abundantes los dones del Espíritu Santo.

Así sea.

Escrito por Mons. Christophe Pierre
HOMILÍA PRONUNCIADA EL SR. CARDENAL NORBERTO RIVERA C. CON MOTIVO DEL II ENCUENTRO NACIONAL DE CATEQUISTAS
Estimados Catequistas,

Es motivo de inmensa alegría para la Provincia de México, para mis hermanos obispos de las diócesis de Cuernavaca, Toluca, Atlacomulco, Tenancingo y de la Arquidiócesis de México y para un Servidor estar aquí, con Ustedes inaugurando este II Encuentro Nacional de Cateq
uistas. Considero un privilegio poner ante el altar las intenciones de este Encuentro, expresadas en el objetivo general del mismo: “Animar al catequista, discípulo-misionero de Jesucristo, para que, participando en la misión continental permanente y en la renovación de las estructuras eclesiales, sea protagonista en la construcción de la paz”.

Tengo conocimiento que este Encuentro responde a una etapa de preparación, a través de la reflexión que han hecho de diferentes temas en sus diócesis y provincias. Algunos de gran interés y preocupación para nuestra Iglesia de México en el momento presente como el valor y la dignidad de la persona humana, tan amenazada por distintas situaciones que son consecuencia de la violencia e inseguridad, como lo hemos reflexionado los obispos mexicanos en la Carta Pastoral “Que en Cristo Nuestra Paz – México tenga Vida Digna”. En dicha carta, se enuncian las causas de estas situaciones, de ahí la necesidad de que como Iglesia, “sacramento universal de salvación” crezcamos como un cuerpo unido en el servicio del Reino de Dios, a través de una “Nueva, vigorosa y decidida evangelización”.

Una de las características del Reino, como lo acabamos de recordar el Domingo pasado, en el prefacio de la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, es la Paz, por ello me alegra que hayan elegido como lema de este Encuentro: “Discípulos-misioneros constructores de la Paz”. Todos los bautizados y con mayor razón ustedes catequistas deben estar comprometidos con la Misión de Cristo Jesús, trabajar por la Paz. La cual, solo se alcanzará si también trabajamos por la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia y el amor, características también del Reino y elementos constitutivos de nuestro quehacer pastoral.

La Catequesis como uno de los medios privilegiados para la transmisión de la fe, ha de tener estos elementos como parte fundamental de su tarea, no sólo por la enseñanza, sino también por el testimonio que implica estar al servicio del Evangelio, como buena nueva en una sociedad necesitada de buenas noticias. En la Carta pastoral de los Obispos a la que me he referido “Que en Cristo Nuestra Paz - México tenga Vida Digna”, se señala con referencia a la Catequesis, que ésta ha de: Implementar un proceso catequético permanente, orgánico y progresivo, que abarque toda la vida, sus distintas etapas y situaciones; que no se limite a la formación doctrinal, sino que sea “una verdadera escuela de formación integral” que les permita incorporar un discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales de vida (n. 191b).

Necesitamos hacer nuestra la renovación pastoral impulsada por el Concilio Vaticano II, de quien estamos celebrando los 50 años de su apertura, expresada en la necesidad de recuperar el verdadero espíritu de la Catequesis desde el Catecumenado bautismal de Adultos, ya que siguiendo este proceso, se garantiza una verdadera Iniciación cristiana, ahora de muchos bautizados alejados de la fe.

Queridos catequistas, necesitamos formar verdaderos cristianos a través de la Catequesis, en conjunto con las otras dimensiones de la acción de la Iglesia, especialmente en la litúrgica y la socio-caritativa, para que sean discípulos-misioneros constructores de la Paz y, por tanto del Reino; y así, favorezcan la transformación de nuestra sociedad mexicana, dándole un rostro más humano que refleje el Rostro de Cristo, el Hombre perfecto.

La Palabra de Dios que hemos proclamado nos recuerda que la salvación anunciada por los profetas, es llevada a cabo por el Mesías, a quien Isaías presenta como Príncipe de la Paz. Para nosotros ese príncipe es Jesucristo. El profeta ante una situación en donde prevalecen la oscuridad, las tinieblas y los signos de muerte nos invita a hacer resplandecer la luz de la vida que nos trae Jesucristo, el Príncipe de la Paz.

Es por eso que no podemos dejar de anunciar el mensaje de salvación con el coraje que caracterizó a los profetas, incluso llevándolos en muchas ocasiones al rechazo y al desprecio. Por ello queridos catequistas, como decía nuestro venerado Beato Juan Pablo II, retomando aquella frase de Jesús, “No tengan miedo” de anunciar el Evangelio en una sociedad sumergida en el mundo de las tinieblas, de la violencia y de las injusticias.

El miedo desaparece cuando sabemos que Él está con nosotros, cuando hacemos consciencia de que nos ha dado la fuerza del Espíritu Santo, el gran protagonista de la Misión. El Señor Resucitado se hace presente en medio de sus apóstoles el mismo día de la Resurrección, quienes se habían refugiado en el Cenáculo, por miedo a los judíos, por el temor de que fueran a sufrir la misma suerte de su Maestro. Cuando se les manifiesta, el saludo que les da es precisamente el que nosotros hemos conservado en la liturgia por su gran valor: “La paz esté con ustedes”. La paz significa tener tranquilidad, sentirnos animados, motivados, optimistas; en pocas palabras, es dejar fuera el miedo y sentir la seguridad de la presencia del Señor en medio de nosotros, como lo está hoy en esta Asamblea.

Inmediatamente después de mostrarles que realmente es Él, resucitado, les deja la encomienda que nosotros asumimos como nuestra: “Como me envió el Padre, así también yo los envío” y luego hizo el gesto de soplar sobre ellos dándoles el Espíritu Santo. Este es el mandato misionero, seguir con la Misión del Padre, que nos ha salvado por medio de su Hijo amado, Misión que hoy realizamos con la confianza de que Aquel, que procede del Padre y del Hijo está en y con nosotros.

Al desempeñar la Misión debemos confiar en que nada podrá separarnos del Amor de Cristo, como nos dice San Pablo en la 2ª. Lectura. Los catequistas con la fuerza de la fe, pueden superar todo obstáculo que se interpone en el camino para ser fieles a la vocación y misión recibida en el bautismo. El amor que experimentamos, como nos lo señala Pablo es lo que nos ha de mantener firmes en nuestra acción misionera y evangelizadora.

Estimados catequistas laicos, religiosas, diáconos, presbíteros y obispos, asumamos con responsabilidad nuestra vocación misionera y cumplamos con la tarea encomendada a nosotros por el Señor Jesús, transmitamos íntegramente la fe de la Iglesia.

El Santo Padre, Benedicto XVI, nos ha convocado a celebrar el “Año de la fe” recordándonos la imperiosa necesidad de una Nueva evangelización. Como dijo el Beato Juan Pablo II, ésta tiene que ser “nueva”, por su ardor, diría la pasión por la misión; “nueva” en sus lenguajes, es decir, hay que sabernos comunicar con los lenguajes actuales. El Sínodo recién pasado de los Obispos sobre la “Nueva Evangelización para la transmisión de la fe”, ya desde los documentos de preparación, habla del gran reto de anunciar el Evangelio a través de los nuevos lenguajes que nos provoca el desarrollo de las TIC`s, (las Nuevas Tecnologías para la información y la comunicación); tenemos que saber valernos de estas nuevas tecnologías provocadas por el desarrollo de Internet para anunciar el Evangelio, especialmente a las Nuevas generaciones.

Finalmente Juan Pablo II, habló de renovar nuestros métodos, sino salimos de una pastoral de conservación de antigua cristiandad, corremos el peligro de seguir anquilosados al pasado, dejémonos provocar por los nuevos “signos de los tiempos” que nos desafían a una Nueva Evangelización.

El Año de la Fe que nos hace poner nuestra mirada en lo esencial de la misma y que está expresado en el “Credo”, que es “Depósito de la fe”. Las verdades de nuestra fe están sintetizadas en el Catecismo de la Iglesia Católica, que a 20 años de su publicación, es para la Catequesis y para el Catequista una herramienta fundamental para el desarrollo de su ministerio, además de una guía para seguir anunciando a todos, especialmente a los habitantes de nuestra Nación la alegre noticia de que Él es nuestra Paz.

Que Santa María de Guadalupe, la Estrella de la Nueva Evangelización, interceda por todos los participantes en este encuentro y juntos podamos colaborar en la renovación de la Catequesis, de la Iglesia y de la Sociedad mexicana.

Muchas gracias y les deseo todo éxito y bendición ene este II Encuentro Nacional de Catequistas.

Cuernavaca, Morelos a 27 de Noviembre del 2012

Textos Bíblicos:

1ª. Lec. Is 9, 1-5

Sal. 121 (122)

2ª. Lec. Rm 8, 31-39

Ev. Jn 20, 19-23
La bendicion




Conferencista

Bienvenida al II Encuentro Nacional de Catequistas

BOLETÍN DE PRENSA

II ENCUENTRO NACIONAL DE CATEQUISTAS

“Discípulos misioneros, constructores de la paz”

Cuernavaca, Mor. 28/11/2012. Más de 3000 personas de las 91 Diócesis de la República Mexicana están reunidos en el Centro de WTC Morelos en Cuernavaca desde este Martes, para realizar su II Encuentro Nacional de Catequistas, cuyo lema es “Discípulos misioneros, constructores de la paz”. El ob

jetivo es “Animar al catequista, discípulo misionero de Jesucristo, para que participando en la misión continental permanente y en la renovación de las estructuras eclesiales, sea protagonista en la construcción de la paz”, mencionó Mons. José Antonio Fernández Hurtado, Obispo de Tuxtepec y Responsable de la Dimensión Nacional de Catequesis.

Para comenzar la jornada de trabajo, Mons. Alfonso Cortés Contreras, Obispo de Cuernavaca, dirigió una pequeña reflexión a todos los presentes, en la que mencionó que la fe consiste en un encuentro con una Persona, un encuentro con Jesús, dando así la bienvenida a todos los presentes.

Posteriormente, Mons. José Antonio Fernández, con gran entusiasmo, dio lectura al mensaje enviado por Su Santidad Benedicto XVI en el que exhorta a intensificar la formación doctrinal y espiritual de los catequistas, para que, como verdaderos discípulos de Cristo la fe se torne mas viva, explícita y activa. “Con esos sentimientos, el Santo Padre, suplica a nuestra Señora de Guadalupe interceda ante su Divino Hijo para que conceda abundantes frutos de santidad y vida cristiana a todos los participantes en este encuentro, a la vez que les imparte la implorada Bendición Apostólica”.

Acto seguido, tuvo lugar la primera conferencia que estuvo a cargo del Lic. Benjamín Manzano, con el nombre de “Megatendencias de la sociedad hoy y los retos del catequista en la construcción de la paz”, en la que mencionó: “El más grande reto de la Iglesia y del agente de pastoral o catequista, es dejar a Dios ser Dios; permitirle hacer su obra, lejos de nuestros prejuicios y miedos ante la avasallante realidad”, resaltando que “en realidad la renovación se encuentra en los mensajeros, en nuestras vidas y en nuestra forma de compartir la fe”.

El día de trabajo culminó con la Santa Misa, presidida por Emmo. Sr. Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, quien durante su homilía exhortó a todos los presentes: “Necesitamos hacer nuestra la renovación pastoral impulsada por el Concilio Vaticano II, del cual estamos celebrando los 50 años de su apertura, expresada en la necesidad de recuperar el verdadero espíritu de la Catequesis desde el Catecumenado bautismal de Adultos, ya que siguiendo este proceso, se garantiza una verdadera Iniciación Cristiana, ahora de muchos bautizados alejados de la fe”.

Para despedir la jornada de trabajo la Diócesis de Cuernavaca dio una calurosa bienvenida a los participantes con danzas típicas y videos que animaron a todos los catequistas.

Cuernavaca, Mor., a 28 de noviembre de 2012

L.C.C. Emmanuel Chagoya López
Himno de las Catequistas

(Dale clic para que lo escuches)
CATEQUISTAS PROMOTORES DE LA PAZ
HIMNO
Autor: Ricardo Enrique Fernández Loaeza
Interpretado por: Maestra Silvia Avilés
Diócesis de Cuernavaca

Catequistas promotores de la paz,
Con la fuerza que el Espíritu nos da,
Ayudemos a los hombres a creer,
En Jesús para su Cuerpo así formar.

Dirijamos nuevos discípulos
Educándoles en la fe
Unidos al esfuerzo de la Iglesia
El mensaje de Cristo hay que enseñar.
¡Sí! ¡Siempre enseñar!

Catequistas promotores...

Somos llamados a la enseñanza
De Cristo nuestro Salvador
Aceptemos perder todas las cosas
A cambio de Cristo encontrar. 
¡Sí! ¡A Cristo encontrar!

Catequistas promotores...

Conduzcamos a las naciones
A comulgar con Cristo Redentor
Unidos al Amor del Padre Eterno
Y el Santo Espíritu ¡Viva la Trinidad!
¡Sí! ¡Viva la Trinidad!

Catequistas promotores...

Nuestro lema es el de Cristo 
"la doctrina que enseñamos no es nuestra,
Sino de Aquel que nos envía con Amor"
¡Sí! ¡Enviados con Amor!

Catequistas promotores...

Enseñemos a todo el mundo
Los misterios de Cristo Salvador
Ardemos en deseos de anunciarlo
Y su Nombre siempre Glorificar
¡Sí! ¡Siempre Glorificar!

Catequistas promotores...

Transmitamos a los creyentes
La riqueza de la Oración
El camino para hallar a Jesucristo
Es un tesoro, ¡El arma de la paz!
¡Sí! ¡El arma de la paz!

Catequistas promotores...

ORACIÓN del II Encuentro Nacional de Catequistas 2012

Señor Jesucristo príncipe de la paz que nos has llamado a ser discípulos misioneros tuyos en el servicio de la catequesis, en cada una de las Diócesis de nuestra Patria, derrama tu Espíritu sobre quienes celebramos el II Encuentro Nacional de Catequistas, para que asumiendo los nuevos paradigmas pastorales, impulsemos la Misión continental, la Nueva Evangelización y la construcción de la paz. Te lo pedimos por intercesión de Santa María de Guadalupe. 

Amén
Estaré Subiendo material,
Oraciones & muchas mas cositas del II Encuentro Nacional de Catequistas...
Veanlas......